* José Gregorio, el Derecho Canónico y sus consejos para participar de la Eucaristía.


Cuando mi esposa y yo iniciamos el curso de Teología para Laicos en la Universidad Santa Rosa en el año de 1997, no estaba contemplado en ese momento en el pensum, ninguna asignatura que nos ilustrara sobre el derecho canónico. Afortunadamente en esos días recibimos un regalo de nuestro mentor y amigo Mons. Alfonso Alfonzo Vaz; quien nos obsequió un libro titulado: "Os cuento el código" cuyo autor era Mons. José María Piñero nacido en Carmona (Sevilla) en 1924. Su ordenación la realizó en 1946, miembro de la Hermandad de sacerdotes operarios diocesanos, y fallecido en 1998. Introduce un texto aquí...

Algunas de sus obras fueron: «La sustentación del clero»,1963; «El dinero de la Iglesia»,1980; «Nuevo derecho canónico: Manual práctico»,1983; «Os cuento el código», 1984; «La ley de la Iglesia» I-II, 1986.

De la obra "Os cuento el código" en el capitulo 35 titulado "Santos de la Iglesia" Mons. Piñero nos expone en sus dos primeros puntos, cómo la Santa Iglesia Católica analiza desde el punto de vista del código canónico, el proceso que sigue la Iglesia para declarar a un siervo de Dios "santo". Mons. José María Piñero nos dice:

"El culto de los santos, tiene en nuestra Iglesia, un fundamento claro: en ellos contemplamos la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, encontrando nuevos motivos que nos impulsan a buscar a la ciudad futura, al tiempo que aprendemos el camino más seguro para llegar a la santidad, según el estado y condición de cada uno.

Los santos son, por consiguiente, modelos: no se trata de que yo busque sólo un santo que haya vivido exactamente en las mismísimas condiciones que yo, aunque siempre será bueno tenerlo y encontrarlo. De lo que se trata es de aprender en todos los santos las virtudes claves del evangelio, para que, viendo cómo las vivieron ellos en su propio estilo, sepa yo aplicarlas al mío.

Además, con el culto a los santos se refuerza la unión mística de la Iglesia en la caridad fraterna: los del cielo y los de la tierra, miembros del Cuerpo de Cristo, nos unimos en una misma oración, en Cristo, de quien dimana nuestra eficiencia.

Por fin, los santos son intercesores: presentamos sus méritos, valiosos por estar unidos a los de Cristo, y nos introducen al trono de la gracia (CIC 1186)...

Y si la Iglesia declara a algún <<santo>> con su autoridad infalible, lo hace para ir marcando su historia, en todos los siglos y en todas las geografías, de muestras logradas de esa santidad.

Ni la Iglesia define que sean los únicos, ni siquiera te dice que son los mejores; eso sí, te asegura que ellos lograron la santidad. La prudencia de la Iglesia hace buscar aquellos santos que más hermoseen todos los estados de la vida, todas las naciones de la tierra, todos los tiempos de la historia". (35.1; 35.2)

De lo anterior podemos concluir que José Gregorio sigue siendo un fuerte candidato para que la Iglesia Católica lo declare santo ya que en él, se manifiestan todas las cualidades que exige el código canónico.

José Gregorio a la edad de 12 años escribe aparentemente para su uso personal, un opúsculo que somete a la aprobación por parte de la autoridad de la Iglesia, que en este momento era su eminencia Mons. Juan Ilario Bosset, Obispo de Mérida, quien no solo concedió su aprobación sino que también le concedió indulgencias.

El opúsculo tarta de la manera cómo el católico debería cumplir con el precepto dominical. José Gregorio confeccionó su escrito de 25 páginas; lo escribió a mano y con hojas cortadas y cosidas por el mismo, y lo tituló: "Modo Breve y fácil para oír misa con devoción" su ultima página dice textualmente:

"Pertenece a Gregorio Hernández. Libertad, 28 de julio de 1876".

Según su sobrino Ernesto Hernández Briceño, José Gregorio lo conservo toda su vida.

Compartiré con ustedes en este artículo parte de este opúsculo, a saber: el comienzo y dos oraciones que José Gregorio realizaba antes de la comunión, las cuales considero personalmente extraordinarias, estas dicen:

Al salir de casa:

Yo voy, ¡oh buen Jesús!, con vos al Calvario; hacedme participante de la caridad que allí os lleva.

Al entrar en la Iglesia:

Señor, por tu misericordia infinita entraré en tu casa y en tu santo templo te adoraré con reverencia y alabaré tu santo nombre. Amén Jesús.

Al tocar el agua bendita:

Por esta agua bendita se me perdonen mis delitos.

Al empezar la misa:

A este santo sacrificio deseo y quiero asistir con pureza de conciencia...

Al Agnus dei:

Dirá tres veces

¡Oh Señor, que perdonáis a los que os han ofendido! Perdóname a mí también que con dolor os lo pido. Con eficaces deseos os pretendo recibir. ¡Oh quién tuviera el amor de un ardiente serafín; quién tuviera la pureza de un ángel, de un querubín, las lágrimas de San Pedro para llorar y decir.

A la comunión:

Señor mío Jesucristo, yo no soy digno ni merecedor de vuestra gloria y vuestro amor. Amen Jesús.

(Se dice tres veces y luego la Comunión Espiritual)

¡Oh dulcísimo Jesús! A Ti sean dadas infinitas gracias y alabanzas por las veces que amoroso y liberal os habéis dignado entrar en el pecho de este vilísimo y asqueroso gusanillo de la tierra y os suplico por vuestro amable corazón comuniquéis a mi alma en esta espiritual comunión los afectos de vuestra real presencia y concediéndome una hambre dichosa y eficaces deseos con que viva siempre hambriento y deseoso de recibiros, dándome las llamas de vuestro fuego para que, con mi alma abrasada, con mi corazón ardiente y con mi pecho encendido, me llegue con pureza a recibiros sacramentalmente. Amen.

Una de las interrogantes que me he planteado, es, qué motivos impulsaron a José Gregorio a realizar este opúsculo. Esta misma pregunta se la formulé a Mons. Alfonzo Vaz para que me diera su opinión al respecto y gentilmente me dijo:

"Alfredo como tu sabes en ese tiempo celebrábamos la misa en latín, había una gran parte de la población que era analfabeta, aunque la prédica del sermón era en castellano, creo que un 20% tenía misal y podía seguir la misa en todas sus partes. Tal vez esto motivó a José Gregorio, a realizar dicho escrito para poder ayudar e ilustrar a quien lo necesitara y así tuvieran mejor oportunidad de participar en la eucaristía, que para la época lo considero muy importante, ahora que hemos podido conocer este opúsculo podemos apreciar mejor la finura del alma y la exquisita devoción que cultivaba José Gregorio; compartiendo este escrito podríamos reconocer su contribución en este sentido y además dar a conocer a todos los fieles un poco más, a ésta alma noble y buena".

No sabemos si José Gregorio tuvo la intención de publicar este opúsculo, en todo caso desconocemos el motivo o las causas del por qué no lo realizó.

José Gregorio seguramente, estaría muy complacido de contemplar los frutos del Concilio Vaticano II iniciado por S.S. Juan XXIII en 1956. Cuyos fines principales fueron: Promover el desarrollo de la fe católica. Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.

También se buscó proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

Referencia Bibliográfica:

Ernesto Hernández Briceño "Nuestro tío José Gregorio" Tomo Primero; págs.88-96/1958

Artículo Realizado en el 2015


Alfredo Gómez Bolívar


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