Su muerte en detalle

Homenaje de los trujillanos en la tumba del Dr. Hernández el 30 de julio de 1919

El fallecimiento inesperado del Siervo de Dios, produjo un profundo dolor en la ciudadanía, la sociedad caraqueña se declaró en duelo Nacional, el comercio y los teatros cerraron y todas las oficinas públicas dieron día libre a sus empleados, como manifestación de pesar y para que todo el que quisiera, pudiera asistir al funeral. El día siguiente el 30 de junio de 1919 se le rindieron las exequias más concurridas de la historia de Venezuela, el grande y espontáneo cortejo fúnebre, hizo calle de honor por toda la ciudad, desde la Universidad Central en donde  

lo velaron , hasta la Catedral - fue asombroso - una incontable multitud de personas visitaron su cadáver; lo que resultó una evidente demostra­ción del aprecio y estima en que todos tenían al hombre que había sido eminente para la Iglesia, para la Patria y para la ciencia.

VENERACIÓN POPULAR

En las horas siguientes a su muerte, ocurrió lo que se considera el mayor acontecimiento de la época. Los restos del doctor Hernández fueron trasladados en hombros de la multitud, desde el paraninfo universitario hasta el templo catedrático y de allí al cementerio General del Sur; la población clamaba: "El doctor Hernández es nuestro".

A partir de entonces, la veneración surgió espontáneamente en el pueblo, quien tomó como imagen tutelar y protectora la del "Médico de los Pobres".

El 23 de octubre de 1975, luego de un incendio provocado por las llamas de las velas sobre su tumba, los restos de José Gregorio Hernández fueron trasladados al baptisterio de la Iglesia de la Candelaria, en Caracas donde reposan sus restos mortales actualmente.

"EL SONIDO" UN CÓMPLICE ADICIONAL EN SU MUERTE

Todavía hoy día, nos preguntarnos: ¿Cómo pudo pasar semejante desgracia con tan pocos carros que había en la ciudad de Caracas?

A través de los años este accidente lo han narrado un gran número de biógrafos del Dr. Hernández; pero las descripciones auténticas de cómo ocurrieron los hechos están recogidas en el expediente jurídico número 32 que se le abrió sobre este caso, al señor Fernando Bustamante, para establecer la responsabilidad que pudo tener como conductor del vehículo.

En una de las secciones del voluminoso expediente el abogado defensor del señor Bustamante, el Dr. Pedro Manuel Arcaya, expone que el Dr. José Gregorio había sido observado por sus conciudadanos, donde dicho doctor siempre caminaba las calles de la ciudad abstraído en sus pensamientos y además que la forma en que caminaba lo realizaba con la cabeza baja viendo el suelo. Esta manera de caminar en la ciudad no necesariamente revela una persona distraída, lo que considero ridículo quienes opinan que eso causó el accidente. Tampoco como lo han querido representar en una telenovela, cuando José Gregorio saliendo de la farmacia observa un frasco pequeño de medicina al trasluz viendo el cielo y cruzando la calle; esto es absurdo. Existe otras personas que han llegado al colmo de su imaginación donde dicen simplemente que José Gregorio se suicidó.

Si las especulaciones en cuanto a este caso fueran ciertas ¿Qué sentido tienen las pruebas escritas de las declaraciones juradas de las personas que fueron testigos presenciales y recogidas en el expediente del accidente? En este juicio se tomaron 13 declaraciones de los testigos presenciales y otras que no lo fueron, pero colaboraron para la absolución del señor Bustamante.

En el expediente se establece y se concluye en forma irrevocable, que lo acontecido fue un accidente.

Allí se demuestra con lujo de detalles que José Gregorio queriendo atravesar la calle y adelantar el tranvía que en ese momento se estaba deteniendo; no solo no ve el automóvil que lo impacta, sino que además no lo oye. El ruido que ocasionaba el frenado del tranvía opacó el ruido del carro, contribuyendo al accidente.

También hay que considerar que las calles de La Pastora son angostas y las paredes de las casas producen una especie de caja de resonancia que aumentaba el tono del ruido ocasionado por el tranvía.

Como un dato informativo, me permito citar del expediente dos testimonios de dos personas que presenciaron el accidente; este primer relato en particular lo considero muy importante sobre todo por la posición que ocupaba este testigo para el momento del accidente. Del expediente cito textualmente:

"En la misma fecha compareció previa citación, una persona que juró decir verdad y dijo llamarse Juan Antonio Ochoa Fernández, de veinte y un años de edad, soltero, industrial y vecino de esta ciudad en la parroquia La Pastora, entre las esquinas de Natividad y San Pascual Nº 165. Instruido del hecho que se inquiere y de las disposiciones legales sobre testigos, manifestó que no tiene impedimento alguno para declarar en este asunto. En citado a que diga lo que sepa sobre el hecho que se averigua, expuso:

El día veinte y nueve del mes en curso, como a las dos de la tarde, iba yo en el tranvía de la esquina del Guanábano a la de los Amadores, sentado en los asientos de adelante y pocos metros antes de llegar a esta esquina, vi al doctor José Gregorio Hernández que bajaba la acera en el ángulos de la esquina de los Amadores donde queda la botica y atravesaba la calle, en momentos en que un automóvil que venía de la esquina del Guanábano, pasaba al tranvía y le daba un golpe al doctor Hernández, quien fue a dar contra el borde de la acera de la derecha; el tranvía se paró inmediatamente, lo que hizo, ya llegando a la esquina de los Amadores; yo corrí y ayudé al chofer, a quien no conozco, a subir al doctor Hernández al automóvil, el cual se encontraba parado como a tres metros de distancia, y en seguida nos dirigimos al Hospital Vargas..." Supimos después que este personaje en el libro del padre Gema titulado "El Siervo de Dios Doctor José Gregorio Hernández" llevaba en sus bolsillos un librito de oraciones del buen morir de San José y se las reza antes de llegar al Hospital cuando abrazaba, aquel hombre inconsciente y lleno de sangre al momento de reunirse con el Señor.

UN SOMBRERO EXTRAVIADO

Otra declaración no menos interesante es la del empleado de la botica de Amadores, el señor Vitelio Utrera, la cual empieza así:

"el domingo veinte y nueve del mes en curso como a las dos y cuarto de la tarde, estaba yo en la botica de Amadores de donde soy empleado, despachando a esa hora una receta, cuando sentí un golpe extraño como un choque, pues en ese momento pasaba un automóvil, me asomé a la puerta y vi que estaba un hombre tendido en el suelo, me acerqué y no supe quien era, pues estaba herido en la cara y estaba desconocido; en esos momentos llegaron Vicente Romana y el chofer Bustamante, cuyo nombre no sé, este quería llamar a un médico y yo le dije que mejor sería que lo llevaran al Hospital Vargas, entonces el chofer y otro individuo que no conozco, cargaron al individuo quien estaba en estado agónico y lo montaron en el automóvil que se encontraba parado en mitad de cuadra de Amadores a Urapal y el automóvil siguió hasta esta última esquina. Pocos minutos después un hombre desconocido para mi, me entregó un sombrero que había recogido en el suelo diciéndome que era de uno de los que iban en el automóvil, al ver el sombrero lo reconocí como ser del Doctor José Gregorio Hernández y entonces un joven apellidado Casañas que estaba presente, llamó por teléfono al Hospital Vargas para cerciorarnos si era el Doctor Hernández el lesionado y nos contestaron que sí era y estaba agonizando..."

Del libro "El Médico de los pobres", del Padre Manuel Díaz Álvarez, me gustaría citar lo siguiente:

"Para José Gregorio Hernández, como para todo cristiano que se precie auténtico, la santidad consiste en algo muy sencillo: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Para saber con exactitud a qué le obliga este mandato urgente de Cristo, estudió su doctrina en el Evangelio, la meditó detenidamente y la puso en práctica, usando de los medios necesarios para no decaer, como son la oración, los sacramentos y el examen continuo de conciencia.

Físicamente desapareció de la tierra. Pero el pueblo de Venezuela le tiene muy presente a cada instante. Sin que nadie la promoviese surgió de inmediato una "devoción" hacia él, que pronto se convirtió en un fanatismo, sano unas veces y desviado otras.

Pero en todo caso la fe sencilla del pueblo encuentra en él al "hombre de Dios" capaz de suscitar en el mundo; paz y equilibro, espiritualidad y fe."

Alfredo Gómez Bolívar


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