Las Amistades y Admiradoras                                         de  San José Gregorio Hernández

José Gregorio  París 1890 a los 26 años -
José Gregorio París 1890 a los 26 años -
                José Gregorio con 21 años
José Gregorio con 21 años

A José Gregorio se le despertó la atracción por el sexo opuesto como a cualquier joven normal y corriente de su época. Según sus contemporáneas féminas lo describían como un joven muy apuesto, educado, inteligente y como un excelente estilo al bailar.

En su juventud cuando realizaba su educación secundaria se enamoró de una joven cuya familia era conocida de los esposos Villegas Peroso los cuales eran dueños del Colegio; donde él estudiaba, y donde viviría allí por varios años, hasta comenzar el segundo año de su carrera en la Universidad Central de Venezuela. Pero desafortunadamente la joven no le correspondió y se dice que ese fue su primer desencanto amoroso. Años más tarde ya como profesor universitario le tocó un alumno que era hijo de aquella dama que fue su primer amor. 

También se cuenta que la hermana mayor de su gran amigo el Dr. Santos Aníbal Dominici se había enamorado de él, pero José Gregorio nunca la vió como mujer sino como una hermana, a ellos dos en varias ocasiones se les oía interpretar al piano, valses venezolanos y música clásica que tocaban juntos a cuatro manos. 

  

Durante toda su vida conservo muchas amistades tanto masculinas y por supuesto femeninas. En una ocasión cuando ejercía la medicina rural y contaba con 24 años le reclama en una carta escrita desde Isnotú para Caracas al Dr. Dominici, el por qué no le había informado de unas amigas que tenían en común, y en el argumento de dicha carta le dice: "no sabes que ese es mi punto débil".
En otra ocasión se encontraba en Nueva York en 1917 y un poco más maduro tenía en ese entonces 53 años de edad. Desde allí le escribe y le cuenta con lujo de detalles, a una señorita de apellido Cevallos las peripecias de lo que le había ocurrido, cuando intentaba realizar estudios de pos- grado en el exterior, y en dicha carta le envía una foto suya. 
También tenía amigas que lo defendía de algunas personas que lo criticaban, simplemente por su manera de ser un hombre muy católico, piadoso, bueno y además elegante en el vestir, ya que como todos sabemos nunca faltan los envidiosos que desafortunadamente los encontramos en todas las épocas.
Tal es el siguiente caso que pasó a escribir textualmente del libro "Nuestro Tío José Gregorio" que narra su sobrino Ernesto Hernández Briceño.
"...Emilia se llamaba la hija mayor de don Eduardo Calcaño. Llevó una vida recoleta y fue propagandista entusiasta de las ideas católicas. Fundó y fue asimismo Presidenta del "Apostolado de la Oración" en Caracas el cual tuvo y tiene ramificaciones en toda Venezuela.

Entrada triunfante del General Cipriano Castro a la Ciudad de Caracas 1899

Cuando llegó un 22 de Octubre 1899 el general Cipriano Castro a la capital de la República triunfante, la dama a quien se alude, se complacía en hablar mal de los andinos. Alguien le llamó la atención sobre el asunto:

-¿Cómo es posible que usted se exprese tan mal de esos señores, cuando su médico y el mejor de sus amigos es oriundo de los Andes?

¿Quién?

-El doctor José Gregorio Hernández.

- Hace muchísimo tiempo que el doctor Hernández se dejó de eso."

En realidad mi opinión del por qué José Gregorio no se casó, fue que su padre muere en 1889 dejando en segundas nupcias, una familia formada por una madrastra y a seis de sus hermanos muy jóvenes; siendo la menor de ellos, una niña de tan solo tres años de edad. Eso convirtió a José Gregorio en una especie de "páter de familia" para lo cual, los trajo a todos, a vivir a Caracas y así  poder  conseguirles  un futuro mejor, con una buena educación y hacerlos  hombres y mujeres de provecho. Esto lo cumplió con creces y con ello pudo  así, honrar la memoria de su  muy querido padre.  

Las Amistades Varoniles de nuestro Santo:

En verad nuestro Santo tuvo muchos amigos ya que una persona como él era muy dificil que como no cayera bien cuando se le trataba. Esto lo manifestó un periodista llamado Francisco de Sales Pérez quien le realizó una una entrevista que publicó en el semanarios El Cojo Ilustrado en ella nos dice: He aquí un hombre que tiene una cualidad digna de elogio.

–Es un médico que habla bien de los otros médicos.

Aunque no fuera más que por esta rareza, yo le daría un elevado puesto en la Facultad, como se lo tengo dado en mi afecto y consideración.

Pero en ello no hago ninguna gracia ¿Quién que trate al Doctor Hernández puede liberarse de estimarlo?

Me encanta el hombre que no se da cuenta de sus méritos, tanto, como me desagradan esos otros que andan reclamando los homenajes de todo el mundo sin merecerlos.

Hernández ha hecho sus estudios en Caracas y en París, mereciendo siempre notas muy honrosas.

Sabe todo lo que puede saber un hombre que ha empleado sus 29 años en aprender.

Pero sabe además, una ciencia que no se aprende en ninguna academia.

-Sabe hacerse amar-. 

Otro de sus grades amigos fue un compañero de estudios de secundaria en el Colegio Villegas, el eminente Dr. Juan de Dios Villegas Ruiz nos describe esos años que pasó el Dr. Hernández como alumno del Colegio Villegas, cuando se conmemoraban los XXV años de la muerte del Doctor José Gregorio Hernández, y cuyo acto se realizó en la Academia de Medicina el Doctor Villegas se expresó así:

"Aquí conocí yo a Hernández, en diciembre de aquel año de 1878, y cómo me impresionó, él niño también, cuando lo vi por primera vez, donde había llegado unos meses antes que yo, de las queridas montañas trujillanas… Hernández me cautivó desde entonces, y para siempre, con las cariñosas atenciones que, con tacto muy exquisito, se dignaba prodigarme, para distraerme un tanto de aquella terrible nostalgia que al recuerdo de mi madre me inundaba el corazón. No era difícil aconsejar en ese momento, porque también a él le daba tristeza el recuerdo de su madre y la separación de sus seres queridos. Atenciones que iniciaron nuestra amistad de adolescentes, que iba a durar hasta la tumba, siempre igual, siempre de etiqueta: ¡Jamás lo pude tutear…!" 

: "Y cuántas cosas, sorprendentes, iba yo casi a diario descubriendo, edificando y admirando en tan insigne compañero, providencialmente encontrado por mí, en el Colegio, como un modelo, a la verdad muy difícil de imitar, de moral y de virtud, y de estricto e inflexible cumplimiento del deber…!

El doctor Miguel Yáber nos cuenta el viaje que realiza desde Los Andes a la ciudad de Caracas el Bachiller Rafael Rangel, éste lo hace inspirado por la carrera exitosa que había hecho el Dr. Hernández, por tal motivo decide partir a la capital con toda la intención de entrar en la Universidad Central, para hacerse médico.

Pero había un grave problema; Rangel no tenía medios económicos para trasladarse a Caracas, se dice que su padre no aprobaba este viaje a la capital, por lo que habría de costearse él mismo estos estudios universitarios en Caracas.

Sin embargo no se amilana; vende todas sus pertenencias y realiza el viaje con matiz casi de aventura.

Llega a la capital en el año de 1896, en ese momento contaba con 19 años. No pierde tiempo y se dirige a la Universidad Central, estando allí conoce a un bedel y le dice que acaba de llegar desde Los Andes y que venía a estudiar en ésta casa para hacerse médico como su paisano el Dr. Hernández.

Este trabajador viendo al joven Rangel tan ilusionado y en tal facha, se compadece y le permite que se quede en el recinto universitario, para ello le consigue un lugar donde pudiera dormir, siendo este, debajo de unas escaleras, que se encuentran en lo que actualmente es la Academia de Medicina, allí le improvisa una cama, reuniendo unos pipotes de combustible usados y una puerta vieja que la coloca encima, haciendo la función de colchón. No solo recibió ayuda de un precario hospedaje sino también de unas raciones de comida y alguna ropa que le conseguía este buen hombre.

Esta situación irregular no podía mantenerla el bedel por mucho tiempo, entonces por temor de ser amonestado y despedido de su trabajo, decide poner al tanto al Dr. José Gregorio Hernández, que acude inmediatamente a ver al joven y le dice:

-Oiga Joven que hace usted allí… y Rangel le contestó:

Perdone profesor pero quiero ser doctor como usted y por ese motivo estoy aquí en la Universidad.

A lo que Hernández le respondió:

-Está bien, pero lo primero es que usted debe ubicarse en otro lugar y pueda dormir apropiadamente, sobre lo de ser Doctor ya veremos.

Entonces José Gregorio lo sacó de las escaleras y le habilitó un cuartico en su laboratorio de la Universidad Central, para que allí estuviera momentáneamente hasta que se le consiguiera un lugar más apropiado.

De esa forma se conocieron el bachiller Rafael Rangel y el Dr. José Gregorio Hernández. Esta unión siempre existió una admiración por su profesor y un cariño por su alumno que resultó ser, su preparador en el laboratorio y uno de los alumnos más destacados por su aplicación e inteligencia. 

Hemos dejado para el final a su gran amigo  el Dr. Santos Anibal Dominici cuya amistad duró toda su vida. Cuando se separaban se escribían cartas y la familia Dominici las ha conservado, gracias a Dios. Siendo las mismas bastante develadoras de muchas cosas particulares de la vida de nuestro Santo, José Gregorio Hernández. Como ejemplo colocaremos una de ellas: 

<<José Gregorio en la ciudad de Nueva York >>

Ya estando en ésta ciudad escribe una carta a Washington dirigida a su amigo el Dr. Santos A. Dominici, en ella manifiesta sus inquietudes por los problemas políticos que se suscitaban a nivel internacional y que dieron inicio a la Primera Guerra Mundial, y aquel hombre que parecía abstraído por la medicina y por la docencia, se expresaba en los siguientes términos:

New York, 7 de abril de 1917.

Señor Doctor

                      Santos Aníbal Dominici:

Washington.-

Estimado amigo:

Uno de los deseos, de los mayores deseos que yo tenía de venir a New York era por tener el gusto de verte después de tan larga separación; pero la suerte lo ha querido de otro modo, porque teniendo que hacer la segunda edición de la Bacteriología y no encontrando aquí los elementos necesarios para ello, al alcance de mi bolsillo, mañana parto para Europa en el vapor español Alfonso XII. En los poquitos siete días que he estado aquí he tenido la singular dicha de presenciar la declaración de guerra a Alemania.

En los poquitos siete días que he estado aquí he tenido la singular dicha de presenciar la declaración de guerra a Alemania -estando en Londres presencié también la de Inglaterra- y estoy encantado con el discurso de Wilson. Pocos he leído más elocuentes; desearía habérselos oído, sobre todo aquel incomparable párralo: "The world must be made safe for democracy". (El mundo debe hacerse más seguro para la democracia). …De París te escribiré dándote mi dirección, para que continuemos nuestra por algún tiempo interrumpida correspondencia, tan grata siempre para mí. Muchos cariños a Inesita y Chinchirá, Elvirita y la familia quedaron bien. Tu amigo afectuoso.

José Gregorio Hernández

Alfredo Gómez Bolívar 

2025




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